Reproducimos aquí, la nota que publicara José Carlos Yrigoyen en la sección El Dominical del Diario El Comercio el día 04/05/2008, sobre el poemario Nudo Borromeo y otros poemas perdidos y encontrados de Rodolfo Hinostroza.
POESÍA
Libros perdidos e imposibles
A finales de la década del ochenta la editorial Mosca Azul publicó la poesía completa de Rodolfo Hinostroza (Lima, 1941), reuniendo no solo los celebrados Consejero del Lobo (1965) y Contra natura (1971), sino también una serie de poemas inéditos y recogidos en revistas, la mayoría de ellas inaccesibles para el lector peruano. Fue así como sus seguidores pudieron por primera vez encontrarse con una región prácticamente desconocida de su obra, consistente en todos los poemas escritos entre sus dos libros capitales y los textos trabajados a lo largo de los años setenta y mediados de los ochenta. La impresión generada por la lectura de estos poemas era que no tenían deuda alguna frente a los que ya habían consagrado a Hinostroza como una de nuestras principales voces y que incluso en algunos casos, como el del magnífico Nudo Borromeo, la capacidad y el talento del poeta alcanzaban cumbres insospechadas que lo situaban varios pasos delante de cualquier colega de su generación.
Con la edición de Mosca Azul fuera de circulación hace más de una década, la publicación de Nudo Borromeo y otros poemas era más que necesaria. No solo porque pone a disposición un buen número de textos inhallables para las nuevas camadas de lectores de poesía peruana, sino también porque en esta oportunidad se presentan estos poemas reencontrados con mayor cuidado y sin las erratas de la compilación anterior. En cuanto a los textos reunidos no hay mayores sorpresas. Son pocas las nuevas adiciones, entre las que destaca de lejos El que regresa, uno de los primeros poemas que escribió Hinostroza y que es testimonio de una trayectoria volcada desde sus inicios a la experimentación y al riesgo constante, a la exploración de nuevos territorios, llevado de la mano por ciertas lecturas formativas que reinventó y convirtió en suyas e intransferibles. En cuanto a las demás novedades, se tratan de poemas posteriores a 1984 y no recogidos en su obra completa. Son quizá lo menos interesante que Hinostroza ha publicado hasta hoy, con la sola excepción del sugestivo Para un falso equinoccio.
El gran acierto de Nudo Borromeo y otros poemas es, sin duda, la manera en que Hinostroza ha planteado su lectura. No se ha contentado con presentarnos un puñado de poemas salvados de aquí y de allá, sino revelarnos con ayuda de estas evidencias y restos la historia secreta detrás de sus grandes libros. El largo prólogo en el que detalla la concepción, elaboración y pérdida de cada uno de los poemas rescatados es también la fascinante historia de su evolución lírica: el recuento de los libros que nunca cuajaron (como el misterioso Ejercicio de Mando, que debió ser el que siguiera a Consejero del Lobo) o los que se perdieron físicamente casi en su integridad (como el caso de Tarot, un conjunto que de haberse concluido sería quizá su obra maestra), de los poemas ocasionales que pudieron ser la semilla de otros vastos proyectos pero que las circunstancias o la fiera autocrítica no permitieron continuar.
El prólogo, además, funciona como una formidable guía para releer en su contexto los poemas de formación y comprender las motivaciones por los que surgieron sus poemas sueltos de madurez -los que siguieron a Contra natura-, así como para conocer algunos detalles imprescindibles para cualquier iniciado en la obra hinostroziana, como la conexión de Aprendizaje de la Limpieza (1978), su libro sobre la experiencia en el psicoanálisis, con Escena Prima o Paisaje con infante, una de sus más poderosas creaciones, cuyos versos laceran la memoria y se instalan en ella con la fuerza de las canciones con las que hemos crecido ("Una navaja Barlow, una fría constelación / tiras la cabeza hacia atrás / los cabellos de Absalón se enredan en los olmos / la atroz carrera ha terminado").
Con este, su cuarto libro de poesía, Hinostroza ata los pocos cabos sueltos de una obra que, hoy podemos comprobarlo, no se ha visto mellada en modo alguno por el paso del tiempo. Un libro que, más que un complemento accesorio de su obra canónica, es parte, tan valiosa como integral, de esta.
(escrito por José Carlos Yrigoyen)
(Crédito de la nota: Diario El Comercio, publicada el día 04/05/2008)
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